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Por Ismael Zaragoza, edición digital de Espacio Pv
Un letrero de metal con la leyenda “SE DAN CLASES DE PRIMARIA” con letras azules y amarillas, cuelga mediante un clavo pegado a la cantera del portal de San Agustín.
La maestra llega con un banquito de plástico, lo acomoda y deja su costura sobre él, para pasar a colgar rápidamente su letrero, y caminar de regreso hacia una tienda cercana, donde guarda su mesita y una bonita máquina verde azulado. Se coloca en la orilla del portal, para no estorban a los vendedores de comida que ahí mismo venden.
“Treinta pesos les cobro a los niños por una clase, ahorita no tengo alumnos, pero he tenido muchos; 35 años tengo trabajando aquí, también hago servicio de escritorio público”, comenta la maestra, quien no quiso dar su nombre.
Para los más jóvenes: escritorio público es similar a la labor de una secretaria, donde se redactan diversos documentos con algún costo.

Su labor como profesora puede ser la resolución de dudas específicas o clases de una hora de duración, sin embargo, debido a la pandemia, su trabajo se ha visto afectado ya que no hay niños, los cuales solían ir de la escuela ubicada a una cuadra.
“No me gusta ser un libro abierto, hablo lo necesario, lo que si te puedo decir es que me gusta mucho enseñarle a la gente”, comenta la maestra un poco incómoda ante las preguntas.
La maestra se encuentra de 10 a. m. a las 13:00 horas , pero si el clima es frío, llega a mediodía y se retira a las 14:00 horas. Mientras no lleguen los clientes, la maestra saca su gancho, hilos y se pone a tejer.
Imágenes de www.changoonga.com
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